Desacato, censura y subsistencia: la caricatura política en Chile

Desde O’Higgins, pasando por Alessandri, Allende y Pinochet, el poder político siempre ha caído en las redes del humor de dibujantes y guionistas que se han dedicado a ridiculizarlo y cuestionarlo. Una muestra en el Museo Histórico revisa el fenómeno.

Caricatura política en Chile

La viñeta muestra a un domador de circo posando su pie sin problemas sobre un león dormido, mientras el pintor retrata en su lienzo a la bestia con las fauces abiertas en señal de fiereza. El dibujo podría haber sido inofensivo de no ser por el contexto en que iba a ser publicado el 14 de enero de 1938 por la revista Topaze, autodenominada como “el barómetro de la política chilena” y que llevaba siete años retratando el poder en clave de sátira. Bajo la viñeta se leía: “ ‘Se chupó’. ¿Sabe, mi general, que no es tan bravo el león como lo pintan?”. La frase aludía al León de Tarapacá, el apodo con que era conocido el Presidente en ejercicio, Arturo Alessandri Palma, debido a su enérgico carisma. El domador era nada menos que su antecesor, el militar Carlos Ibáñez del Campo. Una semana antes, Alessandri había pronunciado un discurso en su contra, quien de inmediato contestó con una carta replicada en varios diarios, la que a su vez el Presidente se negó a responder, lo que fue leído como señal de debilidad por la revista de humor.

Aunque el león era como cualquier otro, Alessandri entendió el mensaje y se indignó. Antes de que vieran la luz pública, los ejemplares de Topaze fueron requisados desde las oficinas de la revista y luego quemados.

Al episodio le siguió un juicio, con multas y apelaciones, donde la principal defensa de Jorge Coke Délano, director y fundador de Topaze, era justamente que el león no tenía ningún parecido con Alessandri y que simplemente representaba a una fiera de circo pobre. Aunque en principio se decretó el embargo de los materiales de la revista, finalmente se absolvió a los dibujantes implicados, quienes volvieron a su trabajo.

El bullado caso definió de alguna forma el estilo desenfadado de la revista Topaze, que funcionó ininterrumpidamente durante 40 años y que se transformó en uno de los referentes de la caricatura política en el país, hasta hoy.

Desde el 31 de marzo, el Museo Histórico Nacional revisa la historia de este género en Un país de tontos graves. Humor gráfico y política en Chile, exposición que reúne 72 piezas, entre dibujos, impresos de diarios y fotografías, que van desde sus orígenes a mediados del siglo XIX hasta nuestros días. Se trata de una colección adquirida por la institución en 2014 a Mauricio García, director del Museo de la Historieta. “Se compró este acervo con la idea de ampliar los formatos que tiene el museo de cómo se expresa y representa la historia. Estos objetos tienen el mismo valor testimonial que una vasija o un óleo”, dice Hugo Rueda, curador de la muestra junto a la historiadora del arte Raquel Abella.

Dentro de las piezas más antiguas destaca una caricatura de 1821 atribuida a José Miguel Carrera, donde aparece José de San Martín montado encima de un burro que tiene la cara de Bernardo O’Higgins. “Entre las acusaciones que tiene Carrera cuando lo ejecutan, están sus caricaturas políticas, y el primer antecedente data de 1811 con publicaciones satíricas como La Linterna del Diablo y El Charivari, donde otro blanco recurrente era Benjamín Vicuña Mackenna”, cuenta el historiador Jorge Montealegre, quien participa en una publicación que se lanzará junto con la muestra.

La exposición, eso sí, no sigue un orden cronológico, sino que se despliega según temas, el más importante titulado El Poder Caricaturizado, donde se grafica cómo desde siempre los mandatarios han sido ridiculizados con un afán también de fiscalizar sus acciones. Las caricaturas van desde Balmaceda a Frei, pasando por Allende y Pinochet, sin importar el color político. Durante el régimen militar, la mayoría de las revistas y diarios que publicaban humor político como Topaze, La Firme, Cabrochico, Apsi y Hoy, dejaron de hacerlo sobre todo por el Bando N° 19, un edicto que prohibía la reproducción de cualquier imagen sin antes ser visada por el gobierno. Por otro lado, estaban los dibujantes que apoyaban al régimen y que incluían caricaturas donde Pinochet era un héroe tipo Hércules.

“Fue una época difícil, pero se siguió haciendo sátira, la ocultaban en formas de juegos, con puntos que el lector debía unir para formar la figura o en lecturas de fotos totalmente negras”, cuenta Jorge Montealegre, quien sería guionista de Topaze en su regreso a las pistas entre 1989 y 1996, editada por La Tercera.

Entre los dibujantes que hicieron humor político destaca Coke Délano, Pepo -creador de Condorito-, Lukas, Themo Lobos, Lugoze, Eduardo de la Barra, Hervi y Guillo. También hay otros autores impensados, que la muestra se esfuerza en revelar, como los pintores Antonio Smith y Alfredo Valenzuela Puelma. Se exhibe además, por primera vez, un óleo de Coke Délano, donde representa a Alessandri Palma vestido de payaso y rodeado de sus ministros como miembros de un circo.

Entre los temas que tocan las caricaturas están las coyunturas sociales como la Revolución de 1891, la separación entre Iglesia y Estado en 1925, la Reforma agraria, el régimen militar y cada elección presidencial. Pocos se salvaban. Incluso, a partir de los años 60, aparecieron nuevos personajes que no estaban precisamente del lado del poder. Asomó la voz del pueblo en personajes como Verdejo, representante del roto chileno; Memorario, un jubilado, y Artemio, un oficinista. También en revista La Chiva nació el barrio Lo Chamullo, un barrio como el suyo, que reflejaba la vida de la clase media.

“La idea de que existan agentes dentro de la sociedad que se burlen del poder es necesaria, la forma en cómo se manifiestan va cambiando, pero socialmente tenemos la necesidad de que alguien diga lo que pensamos y no nos atrevemos a decir. Se podrán haber acabado las revistas o las tiras en los diarios, pero la idea de reírse del poder no ha desaparecido”, dice el curador.

Tras la vuelta a la democracia, ha habido intentos de sátira política, el más importante es el del periódico The Clinic, que subsiste y se reinventa desde 1998. Lo cierto es que también los tiempos han cambiado. “Ahora hay más información, están las redes sociales y los memes han reemplazado de alguna manera a la caricatura. Hay otros controles frente a los escándalos y los actores son colectivos, ya no hay un protagonismo tan individual”, dice Montealegre, quien destaca a The Clinic y Malaimagen en la época actual. “Son de los pocos observadores que están cuidando el fuego de la caricatura política”, agrega.