Análisis a gallineros y otras construcciones rurales

El trabajo realizado por el director de Arquitectura y candidato a Doctor, Juan Paulo Alarcón, analiza los “gallineros” y otras cedificaciones rurales, como construcciones anónimas y comunitarias, capaces de representar manifestaciones territoriales, modelos económicos e incluso un ideario político.

Durante el presente siglo, ha quedado claro que en las grandes ciudades, una de las principales necesidades es retornar a una vida menos artificial y adoptar sistemas de vida más comunitarios, los cuales, entre otras cosas, aseguren la sustentabilidad del planeta. Un ejemplo de estas construcciones sostenibles y comunitarias, son los “gallineros”, edificaciones que el Dr. Juan Paulo Alarcón, Director de la Carrera de Arquitectura de la U. Andrés Bello Sede Viña del Mar, aborda en su estudio cuyo artículo se titula “Construcción rural como representación. Infraestructura agrícola menor en el valle central de Chile”.

La investigación, financiada por FONDART, analiza cómo las construcciones del Chile rural (gallineros, maiceros, caballerizas, bodegas, chiqueros, entre otras) persisten en el paisaje. Así como también, y a pesar de estar arraigadas en un lugar específico, pueden llegar a revelar rasgos arquitectónicos de carácter universal, atributos que otorgan pertinencia a la observación del paisaje por parte de la arquitectura. Edificaciones que según demuestra este estudio, pueden encarnar una serie de cuestiones que van más allá del hecho construido, por ejemplo, representar el territorio que las origina, una tradición, un patrimonio y hasta una ideología política.

“Hasta ahora la investigación en torno al patrimonio construido en el ámbito rural en Chile, ha estado centrada principalmente en las casas de hacendados, en los edificios religiosos y en los establecimientos educacionales. Al detenerse ahora en construcciones menores, entenderlas en su conjunto y a la luz de un tratamiento crítico, se evidencia el carácter patrimonial de estas experiencias. Al indagar en ellos, su repetición, persistencia, lugar de aparición y manifestaciones, permiten conocer lo más profundo tanto de un territorio como del oficio que los origina; entonces se podría, en esta metáfora, homologar el inconsciente con la identidad de un territorio”, explicó Juan Paulo Alarcón.

Arquitectura desde el anonimato y lo comunitario

Respecto de la injerencia de este tipo de construcciones en la arquitectura, su autor explica que en ellas no hay intervención de un arquitecto, ni constructor y por lo general quien se ha encargado del cultivo es quien las ha construido. “Los gallineros, bodegas, secadores de maíz, chancheras, pesebreras, entre otros, presentan una condición inacabada, de constante agregación y transformación; como hechos construidos, constituyen una culminación momentánea de una idea, por lo tanto, son la representación en sí misma de su proyecto”.

Este tipo de construcciones carecen de fundamento disciplinar arquitectónico, sin embargo, demuestran tener una profunda injerencia en la disciplina. “Estas construcciones se transforman en modelos de sensatez material e idoneidad constructiva en una íntima relación con su medio. En ningún caso hay reclamo de autor ni lugar para caprichos. Su elocuente sencillez emana de trabajar desprejuiciadamente con lo justo y con lo que se tiene a mano. Las operatorias de tanteo han sensibilizado a prueba de ensayo y error a sus constructores, constituyendo una narración paralela al estudio de la arquitectura formal”, señaló.

“Se trata de manifestaciones inconscientes que en conjunto constituyen el proyecto del territorio donde operan como representaciones; en estas manifestaciones el territorio se cuela y vuelve a aparecer, la mayoría de las veces sin ser percibido. Es por tanto, que estas construcciones, representan un proyecto, un territorio, un imaginario colectivo, un ideal político, un patrimonio”, apuntó Alarcón.