Roser Bru y el Premio Nacional de Arte: «No pensaba en ganar, habían muchos esperándolo»

La artista de origen catalán de 92 años recibió ayer el máximo galardón del Estado. Miembro de la generación del 50, la pintora se impuso a Lotty Rosenfeld y Juan Pablo Langlois.

La muerte siempre ha rondado la obra de Roser Bru. Calaveras, héroes fallecidos, y otras figuras fantasmales aparecen incesantemente en sus cuadros: “El fin de la vida es algo insoslayable y todo lo que viene antes es la pre-muerte”, dijo la artista en una ocasión. Sin embargo, más que esperar el final, Bru pareciera trabajar como antídoto a la inactividad. Tiene 92 años, más de 70 años vividos en Chile y buena parte de ellos dedicados a pintar, una pasión que parece incombustible.

Ayer, ese incansable tesón artístico fue distinguido con el máximo galardón del Estado: la artista recibió el Premio Nacional de Artes Plásticas, luego de una hora de deliberación del jurado, conformado por la ministra de Educación,  Adriana Delpiano; el rector de la Universidad de Chile, Ennio Vivaldi; el rector de la Universidad de Talca, Alvaro Rojas, en nombre del Consejo de Rectores; el representante de la Academia Chilena de Bellas Artes, Benjamín Lira,  y el artista Alfredo Jaar, último ganador del reconocimiento.

Baja y menuda, de mirada profunda y espíritu inquieto, la artista llegó al Ministerio de Educación y declaró haber recibido la noticia con sorpresa: “No pensaba en ganar, habían muchos esperando este premio, una larga cola, y bueno yo pensé que otro lo ganaría”, señaló la artista, quien en unos meses recibirá de manos de la Presidenta Michelle Bachelet el galardón, dotado de una suma cercana a los $ 18 millones que se entrega una sola vez y una pensión vitalicia de 20 UTM.

En el papel Bru era una de las favoritas para llevarse el premio: contaba con el respaldo oficial del Taller 99, grupo fundado por Nemesio Antúnez en los 50 y donde la artista es su miembro más antigua, además del apoyo individual de personalidades como el director del Museo de Bellas Artes, Roberto Farriol, y la crítica de arte Adriana Valdés. Sin embargo, se esperaba que este año la elección seguiría la línea de creación más contemporánea adoptada en 2013, cuando se premió a Alfredo Jaar. En ese sentido, artistas como Lotty Rosenfeld, actual representante nacional en la Bienal de Venecia, o Juan Pablo Langlois, pionero de la instalación en Chile, parecían más probables ganadores. Pero la tradición finalmente se impuso.

“Su trabajo expresa una notable identidad y ha sido capaz de irradiar a un grupo generacional, formando junto a ella un verdadero taller, que ha hecho escuela en el país y que siempre, activamente, busca difundir su trabajo en la comunidad”, destacó el jurado dentro de los  criterios que guiaron la  decisión.

La memoria de Roser

Nacida en Barcelona en 1923, Bru llegó a los 16 años a Chile a bordo del Winnipeg, el barco en el que llegaron cientos de exiliados de la guerra civil española.  Ayer, la artista recordó de inmediato ese episodio. “A Neruda le pidieron que trajera gente que supiera hacer cosas con las manos. Arriba venía Balmes, cinco años menor que yo, quien terminó siendo pintor, y yo que me interese por la acuarela”, recordó la artista, quien de niña conoció a Federico García Lorca y vivió una temporada en París empapándose con la obra de los impresionistas.

Aquí, Bru estudió en  la Escuela de Bellas Artes de la U. de Chile, donde fue alumna de Pablo Burchard e Israel Roa. Aunque un poco mayor, formó parte de la generación del 50, junto a José Balmes, Gracia Barrios, Guillermo Núñez y Juan Egenau, con quienes definió las principales tendencias de los años que siguieron: el informalismo y la abstracción. En 1956 entró al Taller 99, al que aún asiste todos los miércoles para hacer grabados y conversar con los demás artistas. “Pinto también todos los días, en las mañanas, pinto lo que se me ocurre, no me falta imaginación para eso. Ahora estoy pintando un cuadro grande con una cruz negra encima, es como una naturaleza muerta”, contó la artista

En 2012, sin ir más lejos, Bru tuvo una gran retrospectiva en el Museo de Artes Visuales, con la que ganó el Premio Altazor. Al año siguiente, mostró su nueva producción en la galería Departamento 21, La Sala, Espora y Fundación Itaú.

Este año volvió a exponer en mayo en la galería AMS Marlborough.  Allí exhibió cuadros donde se nota un trazo más suelto y abstracto, propio de sus últimos años. También se preocupa de plasmar los problemas sociales y su visión feminista, a la vez que mezcla la pintura con la obra gráfica, introduciendo  cintas, números, fotografías intervenidas.

Nunca dejó de lado sus referentes europeos: Velázquez, García Lorca, Rimbaud, Kafka, Edith Piaf, y entre los chilenos Neruda y el pintor  Adolfo Couve son algunos de los héroes trágicos que de cuando en cuando vuelven a deambular en sus lienzos. Ayer, sin embargo, ella prefirió recordar el pasado. “Cuando llegué hice de todo, partí pintando botones, cajas de chocolates, vajilla. Nunca he dejado de pintar”.