La responsabilidad ambiental en los espacios que habitamos y en el uso de los elementos que le dan forma, se vuelto un tema cada vez más importante, en medio de la mega sequía de Chile y cambio climático el llamado es a usar los recursos de manera responsable. La respuesta parece estar en la Arquitectura sustentable, pero ¿qué es?, ¿cómo nos impacta?, ¿es más cara?
Al respecto habla Patrick Spencer, arquitecto y docente de Campus Creativo que ha enfocado su desarrollo profesional a la sustentabilidad, a educar en torno al medioambiente, con el desarrollo de una metodología para medir la adaptación al cambio climático que tienen las viviendas en Chile; y la creación de la APP “2030 Challenge”.
En términos generales, arquitectura sustentable se puede referir a cualquier tipo de arquitectura que intenta tomar en consideración aspectos medioambientales en su diseño. Este término puede resultar bastante ambiguo, puesto que el concepto de “sustentabilidad” puede diferir considerablemente dependiendo de quien lo usa.
No obstante, en rigor, la sustentabilidad tiene tres dimensiones: social, económica y medioambiental, a pesar de que en general se vincule únicamente con esta última. Un ejemplo práctico para entender la relevancia de estos tres pilares sería imaginar que se diseña una vivienda extremadamente sustentable en términos medioambientales (con un reducido consumo energético, altos niveles de confort y baja huella de CO2) pero que sea extremadamente costosa y exclusiva. Esto generaría que la vivienda no sea replicable de forma masiva y que seguramente sería asequible para un bajo porcentaje de la población, lo cual por supuesto juega en contra del propósito de base.
Por lo tanto, resulta lógico entender la arquitectura sustentable como aquella que es capaz de diseñarse, aplicarse y sostenerse en el tiempo, tanto debido a su bajo impacto medioambiental, así como también a su aporte social y viabilidad económica.
Probablemente lo primero que se imagina una persona cuando le mencionan el concepto de “sustentable” sería unos paneles solares en el techo de un edificio, sin embargo, la arquitectura puede reducir los requerimientos energéticos – y de otros recursos – de antemano, con un buen diseño.
Dependiendo del objetivo que se intente lograr, los espacios arquitectónicos pueden incorporar una gran variedad de estrategias de diseño sostenible. Si el objetivo es reducir el consumo energético y maximizar el confort térmico interior, el proyecto debe ser diseñado de acorde al clima de ubicación, considerar la geometría del diseño para maximizar y/o controlar las ganancias solares y por supuesto utilizar materiales adecuados según las condiciones ambientales.
En materia de iluminación natural, el diseño de ventanas, lucarnas y otros elementos traslúcidos según orientación puede ayudar a incorporar este recurso natural en los espacios interiores, minimizando la necesidad de utilizar iluminación artificial. La ventilación natural mediante la ubicación adecuada de aperturas puede ser clave en mantener una buena calidad del aire interior, además de ayudar a regular temperaturas interiores. Existe un sinnúmero de estrategias como estas, que pueden hacer que un espacio funcione de forma más sustentable y consciente con el medioambiente.
La Arquitectura sustentable ha tomado gran relevancia en el último tiempo. Progresivamente, se está transformando en algo que no se considera solo un aporte adicional que entrega plusvalía, sino que más bien se está entendiendo como algo que es necesario.
El diseño de un proyecto puede – y hoy en día debería – contabilizar efectos adversos del cambio climático. Para los potenciales aumentos de temperatura, una edificación puede contar con un buen diseño de protecciones solares y cristales eficientes. Para minimizar el consumo hídrico debido a las sequías, se pueden incorporar artefactos sanitarios eficientes y un sistema localizado de reciclaje de aguas grises.
Por tanto, es importante diferenciar entre los conceptos de mitigación y adaptación al cambio climático y cómo la arquitectura puede responder a ellos. En términos prácticos, mitigación se refiere a los esfuerzos que podemos hacer para reducir las emisiones de gases efecto invernadero producto de la construcción y el uso de las edificaciones. En este contexto, es importante analizar la huella de CO2 de la construcción de proyectos y su estándar de eficiencia energética para garantizar que tenga un bajo consumo energético y, por lo tanto, menores emisiones.
Por otro lado, la adaptación se refiere a reconocer que, inevitablemente, efectos del cambio climático ya se están sintiendo en distintos lugares del mundo. Por lo tanto, la arquitectura se debe diseñar para resistir estos embates, como lo son los desastres naturales tipo inundación, huracán, deslizamiento de tierra e incendio forestal.
Existen diversas certificaciones, tanto nacionales como internacionales, que intentan medir el nivel de sustentabilidad que tiene una edificación. La CEV (Calificación Energética de Viviendas) es un sistema chileno que funciona como un etiquetado energético, centrado en el requerimiento de calefacción que tendría un espacio residencial.
La certificación LEED (Leadership in Energy and Environmental Design) es un sistema de calificación norteamericano de gran renombre que se encuentra presente en diversos países. Esta certificación intenta medir el performance medioambiental de un proyecto en base a distintas categorías de créditos, tales como uso del agua, materiales y recursos, energía y calidad del ambiente interior, entre otras.
Por último, existen algunos sistemas que intentan ir más allá e incorporar el diseño regenerativo, como lo es el caso de LBC (Living Building Challenge), sistema de acreditación norteamericano que también evalúa las edificaciones mediante diversas categorías de análisis.
Hay una idea generalizada de que construir de manera sustentable requiere de mayores recursos, lo cual es impreciso. Si es que las estrategias de sustentabilidad se incorporan tempranamente en el diseño del proyecto, estas no debieran suponer un mayor costo de inversión. Por el contrario, la implementación de un diseño eficiente generalmente lleva a una optimización de los costos de construcción y operación del proyecto.
Como se trata de un tema transversal, el diseño de espacios considerando estas variables puede traer diferentes beneficios, tanto monetarios, como también medioambientales y humanos. En primer lugar, la arquitectura sustentable que tenga consideración por el uso de la energía y los recursos naturales seguramente logrará ahorros en cuanto a costos de operación y uso del edificio, como climatización, iluminación, agua u otros.
En segundo lugar, esto implicará un menor impacto medioambiental, ya sea en cuanto a emisiones de gases efecto invernadero como también uso del recurso hídrico.
Finalmente, existen varios beneficios de largo plazo a nivel humano que se pueden obtener al diseñar un espacio de manera sensible y consciente. Destinos estudios han demostrado categóricamente que, por ejemplo, tener un espacio con buenos niveles de iluminación natural y confort visual genera un incremento en la productividad en espacios laborales. Asimismo, niños que tienen acceso a iluminación natural en sus salas de clases muestran un mejor desempeño académico. Incluso pacientes de recintos hospitalarios que tienen vistas al exterior y mejores condiciones de confort suelen requerir de menor mediación para el dolor.
Esto demuestra que los beneficios de construir de manera responsable son tanto inmediatos como futuros, y que son de diversa naturaleza: económica, social y medioambiental.
Por supuesto, a este proceso se le llama rehabilitación o “retrofitting” en inglés. Si bien el escenario ideal es incorporar conceptos y estrategias de sustentabilidad desde un comienzo – en el diseño del proyecto – es posible adaptar espacios existentes para optimizar su performance medioambiental.
Trabajos de rehabilitación comúnmente incluyen el recambio o actualización de sistemas energizados, como lo son los sistemas de climatización y/o iluminación.
Asimismo, se puede llevar a cabo una reconversión energética del proyecto, añadiendo (o recambiando) la aislación térmica del espacio, mejorando las ventanas o marcos, e identificando otras oportunidades de optimización para permitir que el proyecto funcione de mejor manera, consuma menos recursos y tenga un menor impacto medioambiental.