En los últimos días recibimos una noticia impactante, un aumento de 74% de familias viviendo en campamentos. Si a eso le sumamos el déficit de viviendas que se acumula, es fácil anticipar por dónde vendrá la próxima crisis.
¿Debemos construir, aceleradamente, más viviendas? Sí, claro, pero limitarse a eso sería un error. Uno que nos llevaría a insistir solo en lo cuantitativo, con las consecuencias que conocemos: barrios sin equipamiento, ni fuentes de empleo, con mala accesibilidad. En suma, más de lo que ya conocemos.
En tiempos en que los candidatos afinan sus propuestas en temas de ciudad, subyace en ellas una necesidad obvia: las herramientas del Proyecto Urbano. Proyecto Urbano no se trata solo de intervenir, cambiar y mejorar donde haga falta: es la introducción de un marco legal y operativo que permita la acción concertada para mejorar nuestras ciudades en lugares necesarios, construir en ellos espacios comunes, equipamientos, infraestructura y, por supuesto, la vivienda de calidad que necesitamos con urgencia.
Poco de eso existe en la actualidad. El proyecto, la intervención directa sobre nuestras ciudades, sigue siendo sectorial, desarticulado. Nuestra planificación no está pensada para reunir en un mismo documento las condiciones del suelo y las acciones para agregarle valor. No pensamos en conjunto la planificación y los proyectos. Tampoco lo hacemos en forma integrada: suelos, transporte, infraestructura. Sin eso, cualquier solución al déficit de vivienda está destinada a reproducir los errores del pasado.
Tampoco tenemos unidades de gestión que faciliten el trabajo conjunto de públicos y privados. Ni las herramientas para acceder al suelo. Ha habido importantes avances (el Banco de suelos y la inteligente sugerencia de usar terrenos fiscales), pero faltan pasos para que sea posible también regenerar zonas deterioradas o dominadas por el narcotráfico, y llevar adelante proyectos completos de los que la vivienda sea una parte. La unidad gestora debería tener atribuciones para definir un perímetro de proyecto; integrar públicos y privados; hacerse del suelo necesario; generar incentivos a la inversión; disponer de mecanismos para financiar las partes “no rentables” pero indispensables (espacios verdes o comunes, infraestructura); abordar nuevas etapas o replicarlo.
El Proyecto Urbano es más que solo una solución a la vivienda, pero naturalmente la incluye. Permite, o debe permitir, que las personas de esas viviendas tengan cerca fuentes de empleo, equipamientos, servicios y áreas verdes, atacando el problema de la seguridad, luchando contra la segregación.
Nuestros mecanismos para hacer Proyecto Urbano son incompletos, parcelados, y en esto otros países aportan ejemplos notables. Los nuevos datos muestran que la falta de vivienda requerirá de una acción concertada y urgente: es momento de pensarla integralmente, ya que conocemos muy bien las consecuencias de intentar resolverla solamente como un asunto de números.