31 DE MARZO 2016 | NOTICIAS

De Chile a Nueva York: La exitosa carrera de una ex alumna de Arquitectura UNAB

Una ciudad que por sus particularidades se ha convertido en cuna de una gran cantidad de arquitectos de renombre, tales como Santiago Calatrava, Leoh Ming Pei y Rafael Viñoly, quienes están trabajando en megaproyectos para una ciudad que tuvo que replantear su visión del diseño y la ocupación del espacio tras los atentados del 11 de septiembre de 2011, sin perder su magnificencia.

Una de estas megas construcciones es el rascacielos 432 Park Avenue. Edificio residencial que fue construido en el Midtown de Manhattan y que posee una altura de 426 metros y 147 departamentos que lo convierten en uno de los más altos de Estados Unidos.

Es en este mega proyecto, anclado en la Gran Manzana y cuyas dimensiones sobrepasan al icónico Empire State y cuyo valor por departamento puede sobrepasar los varios miles de dólares, también trabajó la arquitecta Andrea Ortega, ex alumna de la Universidad Andrés Bello y cuyas experiencias y éxito profesional conoceremos, a través de esta entrevista.

¿Cuáles son tus referentes en la Arquitectura?

—La arquitectura es una expresión de arte, pero si ésta no es capaz de acoger a las personas sólo sirve como pieza de exposición. Admiro lo orgánico y el énfasis puesto en cada detalle de las obras de Frank Loyd Wright. El uso del material y de la luz de I. M. Pei, la maestría de Calatraba, Zaha Hadid, Frank Gerry y la lógica y el purismo de Le Corbusier.

—Tuve la suerte de ser alumna de don Ignacio Santamaría y gracias a él conocí el urbanismo, a través del cual aprendí que la arquitectura es para las personas. Él tiene muchas obras en Santiago, pero el Parque Agustinas es mi referente personal.

¿Por qué crees que la arquitectura es importante para el hombre?

—La arquitectura está muy ligada a la psicología. Un arquitecto debe ser capaz de entender cómo las personas interactúan en diferentes contextos y culturas de lo contrario el diseño fracasa y se termina produciendo sólo una obra de arte, la que servirá sólo para ser admirarla o repudiada.

—En un contexto urbano, la arquitectura determina y acoge (bien o mal) cada situación y cada acto de nuestro vivir, está en todos lados y afecta nuestras interrelaciones. Si los espacios son espontáneos, se desarrollan caóticamente o no están interrelacionados, no funcionaran y las personas no harán uso de ellos.

¿Compartes los cánones actuales?

—Actualmente estamos viviendo la era de los “arquitectos estrellas o stararchitects” que apoyados en la tecnología existentente, construyen edificios muy altos y modernos con materiales que maximizan los espacios monumentales. Hay muchos ejemplos destacables, desafortunadamente se ha dejado de lado la construcción humana, avocada al pueblo, a la gente común y corriente.

—La tierra y la humanidad están cambiando y entre las grandes catástrofes naturales y el desplazamiento de personas por conflictos políticos y religiosos cada día se acentúan más la violencia, la discriminación y la segregación. Pienso que nosotros como arquitectos y urbanistas debemos enfrentar estas crisis y presentar respuestas concretas.

¿Qué herramientas te entregó la UNAB para desarrollarte como profesional y llegar a ser la arquitecta que eres hoy?

—La formación que recibí de la UNAB fue global y en conjunto con los ramos tradicionales, nos enseñó idiomas, dibujo asistido por computadores (CAD) (a principios de los 90’s no era común), administración de proyectos y gestión. Estas herramientas nos abrieron muchas opciones a los profesionales que allí estudiamos y nos posesionaron a un nivel competitivo con el resto de las universidades tradicionales. Por otra parte, el equipo de profesores se encargó de exigirnos más de lo habitual y nos preparó profesionalmente y emocionalmente para la realidad.

¿Por qué decidiste desarrollarte profesionalmente en EE.UU?

—Siempre tuve una relación estrecha con Estado Unidos y siempre quise continuar mis en este país, así fue como postulé a un magister de planificación de infraestructura urbana en el New Jersey Institute of Technology (NJIT). Claro que esto involucraba comenzar de nuevo, casi como dibujante. País nuevo, nuevo idioma técnico, nuevas normas, nuevo sistema de medidas, etc, pero con humildad e inteligencia hay que ganarse el respeto de los pares. No hay que olvidar que aunque estemos en un país desarrollado y en el nuevo milenio, la arquitectura es y será una carrera del mundo masculino. Si bien no se puede discriminar (ventajas de país desarrollado) el camino para una mujer latinoamericana no es el mismo que para un arquitecto europeo o asiático.

¿Qué significó para ti haber trabajado en la oficina del arquitecto Rafel Viñoly?

—En la oficina de Viñoly trabaje año y medio (2010-2012), mientras duro la etapa de diseño 432 Park Avenue, luego SLCE me contrato como parte del equipo que desarrollaría el proyecto y detalles constructivos.Trabajar para Rafael Viñoly Architects, fue una experiencia distinta. Todos los profesionales involucrados eran extranjeros y de un alto nivel. Esto hace que uno se exija al máximo. Yo necesito sentir que estoy aprendiendo a diario, cuando ya dejo de sentir que estoy aprendiendo, necesito pasar a una siguiente etapa. Las oficinas de arquitectos “estrellas” son dinámicas y con mucho flujo de profesionales jóvenes e internacionales. Las jornadas de diseño son muy extensas, casi como estar en la universidad en época de exámenes de taller. Sin duda, fue una experiencia enriquecedora.

—Por otro lado trabajar para SLCE ha significado aprender otros aspectos de la arquitectura, la interacción con los clientes y expertos en el mercado inmobiliario de Nueva York, es igualmente fascinante. SLCE es una oficina con más 120 profesionales, también internacionales con diversas experiencias. Tiene una excelente reputación y esta posesionada en los primeros lugares de Nueva York, con muchos proyectos desarrollados y ejecutados. Nuestros proyectos se reparten por el área triestatal (Nueva York, Nueva Jersey y Pensilvania) también en Massachusetts, Connecticut y recientemente en Londres.

¿Qué significó para ti pertenecer al staff de profesionales que proyecta el Edificio 432 Park Ave de Manhattan?

—Personalmente me encargue de la coordinación de todas las especialidades (estructura, especialidades eléctricas, plomería, telecomunicación, mecánica, seguridad de incendios) y posterior coordinación en terreno durante el proceso de construcción. Paralelamente diseñé detalles constructivos de los departamentos, espacios públicos del edificio, coordinación con los arquitectos de interiores, desarrollo de detalles constructivos de fachada y exteriores, entre otras cosas. Nuestro trabajo consistió en preservar y respetar el diseño original, coordinando presupuesto, incorporando materiales, tecnología y códigos constructivos (normas de incendio, de accesibilidad para discapacitados).

¿Recuerdas a alguno de tus profesores de la UNAB con especial afecto?

—Yo pertenezco a la primera generación de la UNAB. La universidad se formó con nosotros y ambos crecimos juntos. No sólo recuerdo a mis profesores, sino que hemos mantenido una larga relación, más allá del ámbito profesional. Recuerdo con especial aprecio a Hernán Precht, Alba Camacho, Angélica Palma, Vicente Gumucio, Sergio San Martin, Cristian Boza, Felipe Laborde, Domingo Santa Maria, Mario Pérez de Arce, entre otros. Ellos nos entregaron, herramientas, conocimientos, y experiencias más allá de la arquitectura, una formación universal que abarcaba todas las disciplinas artísticas, humanistas y filosóficas. Pero creo que también nuestro aporte como alumnos fue fundamental en darle un sello propio a la universidad.

¿Qué mensaje le enviarías a los futuros arquitectos que hoy se forman de la UNAB?

—La arquitectura es un compromiso diario que si no estás dispuesto a mantener lo mejor es buscar otros caminos. Nuestra profesión es ingrata muchas veces, pero cuando da frutos te enorgullece y hace olvidar todas las piedras que te encontraste en el camino.

—La arquitectura está viva, es versátil y tiene muchas aristas. Arquitectura no es sólo diseñar, por el contrario, quien piensa eso está muy lejos de entender la profesión. Lo importante es entender que todo sucede y se desarrolla envuelto en algún componente de la arquitectura, el espacio, la ciudad, el lugar donde estudias o la ventana por la cual estas mirando. En ese contexto tu aporte como arquitecto es fundamental. El mejor ejemplo es el de nuestro Premio Pritzquer Alejandro Aravena, quien con su aporte a las viviendas de emergencia demostró que un buen diseño hace la diferencia.

 


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