Nuestra sociedad dista aún de comprender la verdadera importancia del valor estético del espacio urbano, y que ella es tan importante como su dimensión meramente funcional. Una ciudad con aporte estético-espacial siempre será objeto de orgullo ciudadano. Ese «orgullo» también es posible obtenerlo de la belleza que sentimos como «propia». Y es porque la belleza de la ciudad, además de cultura, también aporta bienestar, sumándose a la generación de identidad y al sentido de pertenencia de todos nosotros. La vida nocturna supone el disfrute del tiempo para el ocio, el que actualmente es una conquista social extendida en el mundo, debido principalmente al aporte de la tecnología.
La luz artificial también juega un rol. Me refiero a la «iluminación», mucho más que el mero «alumbrado». Mientras el alumbrado urbano solo aporta cuantitativamente, la iluminación supone una idea detrás, que debe provenir de la observación de la conjugación de todos los aspectos involucrados en el espacio público… El vacío conector de las calles y las avenidas, los volúmenes de lo edificado, los espacios no edificados (tan importantes como los anteriores), las áreas verdes, el paisajismo, los monumentos, y, para qué decir, el patrimonio urbano, que contiene nuestra propia historia.
La iluminación es uno de los factores más representativos para la comprensión de la ciudad y su espacio público.
«Alumbrado» hay en las avenidas en que la postación de luminarias peatonales coincide con los troncos de los árboles, afeando la visión de nuestros barrios.
«Alumbrado» es el que baña las calles, árboles y edificios por igual, sin distingo de su forma, tamaño, color y aspecto.
Alumbrado es «Iluminación», sin embargo, es la que nos lleva a entender la ciudad nocturna a partir del aporte espacial y estético de sus elementos: fachadas, volumetrías, en definitiva, todas las diversas texturas urbanas que se traslapan en la ciudad.
En otras palabras, en virtud de una buena iluminación es que la ciudad se ordena y adquiere carácter. Ahí es donde radica la importancia de contar con especialistas que pongan en valor los mejores atributos de nuestras ciudades. En otras palabras, se trata de considerar cada espacio urbano como una «escena», en la que cada elemento tiene su propio rol como parte de un todo.
En ciudades pobremente iluminadas, el transeúnte se ve obligado, por una parte, a caminar atento a no deslumbrarse por el alumbrado vial de la calzada, y a la sombra de árboles y arbustos que pudieren incluso amparar la repentina acción de algún delincuente.
La cara nocturna artificial de la ciudad, solo a través de una apropiada iluminación artificial, podrá aportar espacios amables para los peatones, y con ello el encuentro entre las personas, comportando un papel de significativa relevancia a la hora de la definición del espacio urbano nocturno.
TECNOLOGÍA, BELLEZA
Y CONTAMINACIÓN
Un significativo aporte de la tecnología a la iluminación actual de las ciudades, lo constituye la «Iluminación Dinámica», cambiante, que permite una suerte de «mutación» latente de la fisonomía de la ciudad en virtud del color y otros atributos de la luz. Esto por medio de la modificación de las temperaturas de color de los haces de luz. Es decir, hoy es posible disfrutar de una suerte de espacio público «vivo» por medio de relatos lumínicos cambiantes.
Ahora, no todo es virtudes; producto del crecimiento inorgánico de nuestras ciudades, la contaminación lumínica empobrece la percepción visual nocturna, provocando problemas como deslumbramiento, inseguridad vial y ciudadana, contaminación lumínica de los cielos, y hasta nocivos trastornos del sueño.
El deslumbramiento es uno de esos fenómenos que degradan la percepción visual del espacio público. Este es producido por el contraste entre una zona u objeto oscuro y otro brillante. La buena noticia es que existe cada día más tecnología que, unida a una buena concepción de diseño lumínico de la ciudad, permiten obtener una cada vez mejor ecuación entre funcionalidad y belleza del espacio público.
Una suerte de «Plano Regulador Lumínico» que normara el Diseño y la posterior implementación de factores como ubicación, emisión y calidad de la luz artificial en el espacio público, sería un gran aporte para la convivencia armónica de la iluminación de lo público y de lo privado en el espacio urbano.
Probablemente, entonces, ese orgullo ciudadano que se obtiene al encontrar la propia identidad con el patrimonio urbano, se prolongue de generación en generación, siendo parte del fundamento de una sociedad culta y sensible, en la que se valore el patrimonio urbano edificado como un actor relevante del desarrollo social y cultural del ciudadano.