Los centros urbanos no sólo son edificios, barrios patrimoniales e infraestructura, sino también tejido social que convive. Y éste se halla muy afectado por el temor a la delincuencia. Cuando la gente se atrinchera en lo que considera zonas seguras, cambia la dinámica de una ciudad, dice Ricardo Abuauad, decano de Campus Creativo de la Universidad Andrés Bello. “Cuando se encierra, deja el espacio público como tierra de nadie. Ese es el gran peligro”.
Algo se nos quebró en las calles. En las de Santiago, Valparaíso, Iquique, Antofagasta, por solo mencionar algunas ciudades de este país. Por un sinfín de factores, la seguridad ciudadana se volvió frágil y fue vulnerada. Entre los grupos colgados de la movilización social de octubre de 2019, la pandemia de 2020, el regreso a una normalidad que mostró a muchos en la ruina, la lucha por sobrevivir en una crisis económica casi sin precedentes y la escasa dotación policial, la vida puertas afuera cambió su dinámica.
La delincuencia, ejercida cada vez con mayor violencia, afectó los principales centros urbanos de Chile e hizo que Santiago, considerada hasta hace unos años una ciudad bastante segura dentro del contexto latinoamericano, hoy lleve advertencias en el rubro del turismo y tenga nota roja entre los mismos santiaguinos. Comunas, barrios, avenidas, autopistas e incluso centros comerciales están siendo violentados con lo que se conoce como delitos de mayor connotación social (DMCS), que van desde lesiones hasta homicidios, y que se caracterizan por generar mayor repercusión social y mediática, y provocar temor, inseguridad e incertidumbre entre los ciudadanos.
Todo ello ha puesto en riesgo a los principales centros urbanos y, dentro de ellos, a sectores que antes brindaban confianza y seguridad.
Independientemente de lo doloroso que es perder edificios patrimoniales y zonas turísticas, o ver un desorden mayúsculo en las calles, lo que hay más allá, dice el arquitecto urbanista Ricardo Abuauad, es un peligro en la calidad de la convivencia. Abuauad, decano del Campus Creativo de la Universidad Andrés Bello (UNAB), señala que, así como las ciudades están hechas de obras, edificios e infraestructuras, también lo están de un tejido social y de la relación entre ciudadanos que, por supuesto, son afectados por la violencia.
“De alguna forma, los patrones, los modos de vivir la ciudad y las maneras de usar los espacios públicos cambian cuando la gente siente temor -explica-. Lo que termina sucediendo es que la gente se atrinchera y vive en un modo defensivo, ocupa menos el espacio, deja de participar de estos códigos de vida colectiva y se refugia en lugares que le parecen seguros, se encierra. Y cuando se encierra, deja el espacio público como tierra de nadie. Ese es el gran peligro”.
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