Helen Guldman egresó el año pasado de Diseño de Vestuario y Textil del Campus Creativo de la Universidad Andrés Bello. Su camino fue largo, estudió primero Periodismo por dos años, pero luego se dio cuenta que sus intereses iban más por el aspecto creativo y la interacción directa con los materiales.
En un comienzo, entró a estudiar esta carrera en la Universidad del Pacífico, pero luego del cierre de ésta, llegó a la UNAB. “Con unas compañeras creímos que era la mejor opción, ya que tiene buena infraestructura y docentes. Además, al terminar sales con el título y otros dos grados académicos: el de licenciada en Diseño y otro de bachiller en Artes, lo cual es un beneficio para el mundo laboral”, cuenta.
Ya egresada, Helen creó su propia marca de ropa, a la que llamó GameOver, la cual se convirtió en un doble desafío: no sólo estaba iniciando su primer negocio, sino que además lo lanzó en plena época de cuarentena.
Helen estaba ansiosa por hacer algo que tuviera un sentido. Cuando entró a la Universidad, sentía ganas de hacer tendencia, alta costura o diseño experimental, pero luego se fue dando cuenta que el mercado del vestuario, si bien era rentable, estaba colapsado.
“Supe que no quería participar de eso y mucho menos hacer algo sólo porque fuera lindo o con fines económicos. Me gusta pensar en la idea de trascender, por eso comencé una búsqueda preguntándome ¿en qué puedo aportar? ¿qué es realmente necesario?”, asegura.
Estos cuestionamientos la llevaron a darse cuenta del impacto de la industria de la moda a nivel ambiental y social, por lo que pensó en cómo hacer una marca que fuera realmente sustentable.
La diseñadora UNAB asegura que “tenía que ser consciente y responsable en todos sus procesos, considerando también los previos como la proveniencia de los materiales, y que con su diseño transmitiera además valores personales como el empoderamiento femenino o la libertad identitaria, ahí nació este proyecto”.
El nombre elegido, cuenta Helen, tiene que ver con la idea de terminar con el paradigma de la moda tradicional. “GameOver quedó perfecto porque estamos en la era de las tecnologías, estamos en el futuro y el nuevo contexto ambiental nos exige que se acabe el juego de la moda tradicional”, recalca.
– ¿Por qué es tan importante para ti que la marca sea vestuario consciente?
Para mí, es una irresponsabilidad hacer vestuario tradicional sabiendo que la industria textil es la segunda más contaminante del mundo después de la petrolera, que gran parte de las fibras textiles generan micro plástico que no se puede reciclar y llega al mar, que involucra explotación laboral, trabajo infantil y sueldos indignos y el tema se extiende a mucho más. Invito a informarse al respecto, hay muchos estudios e información emitida por organismos oficiales de todo el mundo que respaldan esta necesidad de replantear la industria de la moda. Esto no se trata de ser mega ecologista, para mí es más de sentido común: objetivamente el mundo ya está afectado y podemos incidir en esto. Consumir moda tradicional es promover todo lo negativo que involucra esta industria, el consumidor tiene un peso importante del que debe empoderarse y generar cambios.
– ¿Fue muy difícil lanzar tu marca en plena pandemia?
Sí y no. Por un lado, las personas se están cuestionando mucho más las cosas, qué es lo que realmente importa y están viendo que somos frágiles, que el mundo es vulnerable. Por eso el proyecto ha sido muy bien recibido y destacado en distintas instancias. Sin embargo, por el hecho de estar en cuarentena ha sido complejo producir al nivel que me gustaría, la marca depende mucho de los desechos textiles, todo lo estaba haciendo con retazos (restos textiles) y donaciones de prendas en desuso o mal estado que había obtenido antes. Además, estoy necesitando apoyo en el proceso productivo, pero tengo mucha confianza de que todo va a salir bien, lo más importante es que la esencia del proyecto ha tenido muy buen recibimiento y se han valorado las prendas que he realizado. Esto recién comienza y se vienen muchas más.
– ¿Cómo fue tu experiencia en la Universidad?
Fue muy buena. Primero, está la infraestructura, que es un gran beneficio, porque como alumno dispones de muchos espacios con los instrumentos técnicos necesarios. El Campus no es solo ir a clases, hay espacios comunes y talleres donde puedes trabajar libremente en los proyectos que quieras, además, hay personas encargadas que te pueden ayudar en lo que necesites, eso es un gran beneficio. Pero lo mejor es el equipo docente, tuve la suerte de tener excelentes profesores, vinculados al medio, con mucha experiencia y apasionados con lo que hacen. Además, hay mucha calidad humana, todos siempre disponibles para ayudar en lo que sea, hasta el día de hoy hablo con algunos y me dan sus visiones y consejos sobre mis proyectos.
– Finalmente, ¿qué consejo le darías a los actuales estudiantes de Diseño de Vestuario y Textil?
Creo que es muy importante aprender a observar, no cerrarse a ninguna idea ni propuesta estética, que aprovechen para desarrollar al máximo su creatividad porque eso es lo que más se necesita. El buen gusto se puede desarrollar, lo importante es ser creativos, distinguirse y resolver las necesidades que detecten, nunca hacer porque sí. Les aconsejo también que vean el peso de su carrera, cada vez me doy cuenta de que hay mucha gente que desvaloriza el vestuario y lo que hace un diseñador, pero el vestuario no es sólo un objeto inerte, es comunicación, es cultura, es economía, es cambio climático, es mucho más. Lo que están aprendiendo tiene un impacto y puede cambiar el mundo.