Viajar al extranjero tiene muchas ventajas: conocer nuevos amigos, disfrutar de nuevas experiencias y acceder a nuevas historias. Pero pasar tiempo en otro país también trae un beneficio no tan evidente: algunos científicos dicen que puede volvernos más creativos.
Escritores y pensadores lo han demostrado por años. Ernest Hemingway, por ejemplo, obtuvo inspiración para gran parte de su trabajo el tiempo que pasó en España y Francia. Aldous Huxley, autor de Un mundo feliz, se mudó desde el Reino Unido a Estados Unidos cuando rondaba los cuarenta años para expandir su talento hacia la escritura de guiones. Mark Twain, quien navegó por la costa del Mediterráneo en 1869, escribió en su bitácora Guía para viajeros inocentes que viajar es “fatal para el prejuicio, la intolerancia y la estrechez de mente”.
En años recientes, sicólogos y neurocientíficos han empezado a examinar más de cerca esa idea. En general, la creatividad se relaciona con la neuroplasticidad o cómo está cableado el cerebro. Las vías neurales se ven influenciadas por el ambiente y los hábitos, lo que significa que también son sensibles al cambio: nuevos sonidos, olores, idiomas, gustos, sensaciones y panoramas generan distintas sinapsis en el cerebro y tal vez tengan el potencial de revitalizar la mente.
“Experiencias en el extranjero incrementan tanto la flexibilidad cognitiva como la profundidad y la integración de los pensamientos, además de la habilidad de realizar conexiones profundas entre distintos conceptos”, dice Adam Galinsky, profesor de la Escuela de Negocios de la Universidad de Columbia y autor de estudios sobre este tema. La flexibilidad cognitiva es la habilidad de la mente para ir saltando entre distintas ideas, un componente clave de la creatividad. Pero no se trata sólo de “estar” en el extranjero, dice Galinsky: “El proceso crítico y clave es la interacción multicultural, la inmersión y la adaptación. Alguien que está afuera de su país y no se relaciona con la cultura local probablemente obtenga un impulso creativo menor que alguien que viaja y realmente se sumerge”.
En la última investigación de Galinsky, publicada el mes pasado en Academy of Management Journal, él y otros tres investigadores examinaron a un grupo de directores creativos de 270 casas de alta costura. Mediante la revisión de 11 años de colecciones de moda, buscaron conexiones entre la experiencia de esos directores mientras trabajaban en el extranjero y las “innovaciones creativas” de sus compañías o el grado en que “los productos o servicios finales les resultaron novedosos a sus audiencias”.
El nivel de creatividad de un producto fue calificado por un grupo de periodistas y compradores independientes. Como era de esperar, los investigadores encontraron una correlación clara entre el tiempo vivido en el exterior y el rendimiento creativo: las marcas cuyos directores creativos vivieron y trabajaron en otros países produjeron colecciones de moda que fueron consistentemente más creativas que aquellos que no lo habían hecho.
Los investigadores también determinaron que mientras más países visitaron los ejecutivos más creativas tendían a ser sus creaciones, pero hasta cierto punto. Quienes vivieron o trabajaron en más de tres países aún tendían a mostrar mayores niveles de creatividad que aquellos que no salieron, pero su creatividad era menor a la de aquellos colegas que habían trabajado en un número menor de países. Los autores creen que aquellos que visitaron demasiadas naciones no fueron capaces de insertarse apropiadamente en la cultura local, sino que simplemente pasaban de un lugar a otro.
Cuán distinta es una cultura extranjera de la propia, tal vez también tenga un rol: Galinsky y su equipo descubrieron que vivir en un lugar con grandes diferencias culturales a menudo se asociaba con menor creatividad que vivir en un sitio con costumbres más parecidos a las propias. La razón, dicen los expertos, es que una sociedad exageradamente distinta intimida más, lo que desalentaría a la gente para insertarse.
Viajar por el mundo tendría otros beneficios cerebrales. Mary Helen Immordino-Yang, profesora asociada de educación y sicología de la Universidad del Sur de California, dice que las experiencias inter culturales tienen el potencial de fortalecer el sentido de sí mismo de un individuo. “Lo que han mostrado las investigaciones sicológicas es que la habilidad de salir de tu propia zona de confort te ayuda a construir un sentido más fuerte y aculturado de ti mismo”, explica la investigadora.
Pero si bien visitar un nuevo país es una forma fácil de abandonar esa “zona de confort social”, la interacción cultural asociada con el cambio cognitivo no tiene que darse exclusivamente en el extranjero. Si un boleto de avión no es una opción, tal vez puede intentar tomar el metro hacia un nuevo barrio. Algunas veces, sugieren los estudios, todo lo que se necesita para un estímulo creativo es una escena cultural fresca.