Mientras estudiaba licenciatura en arte en Valparaíso a mediados de los ‘90s, la doctora Paulina Varas se preguntaba: ‘¿Y no hay mujeres artistas?’ Porque la mayoría de los libros que leía sobre historia del arte hablaban y estaban escritos por hombres. “Resulta que sí habían, pero no se las nombraba. No es algo que yo hubiese tenido tan claro en ese momento. Sin embargo, algunas historiadoras ya lo advertían. Con el tiempo, me fui dando cuenta de que a mí me interesaba escribir otras historias y relevar otras memorias”, explica la doctora Varas, docente e investigadora del Campus Creativo de las sedes de Santiago y Viña del Mar de la UNAB.
Porque claro, para la doctora Varas existía la “gran historia oficial”, esa que ocurría en Santiago o en otras metrópolis y no en su puerto o la que era escrita solo por hombres. Pero también había otras historias. “Siempre me interesó aquello sobre lo que nadie escribió, lo que parecía como menos importante a otros, a mí sí me parecía interesante”, comenta. Y así fue como se encontró, por ejemplo, con la ignorada historia de la artista Luz Donoso (1921-2008).
“Uno de los temas que me parecía tan increíble -y que se puede trasladar a científicas, a antropólogas, a fotógrafas, a todas- es que se trata de una obra tan potente que ha sido invisibilizada. A mí me interesaba ‘la Luz’, porque si bien todos la conocieron de esa época, nadie la había nombrado, no se había hecho ningún libro ni exposición. ¡Nada! Siendo que ella hizo muchas cosas desde los años ‘50s hasta principios del 2000. Me interesaba entrar precisamente en esa dificultad y poética, hablar de lo que no se ha hablado. Pero hacerlo de otra manera, inventar metodologías para su acceso y no como lo manda la convención”, cuenta.
Una de las líneas de investigación principales de la doctora Varas es arte y política, dos mundos que se interrelacionan íntimamente. Por eso la historiadora del arte empezó a familiarizarse de manera cercana con el CADA o Colectivo de Acciones de Arte. Fundado en 1979 en Santiago por los artistas visuales Juan Castillo y Lotty Rosenfeld, el sociólogo Fernando Balcells, el poeta Raúl Zurita y la escritora Diamela Eltit, la agrupación realizó hasta 1985 una serie de intervenciones urbanas como una manera de desafiar la represión del Régimen Militar.
Una de las obras más reconocidas del CADA fue “No +” -para los 10 años de la dictadura, en 1983-, donde cada artista o ciudadano completaba la frase según su propio contexto (como No + miedo). Desplegaron un gran lienzo en el Mapocho donde se veía No + y la imagen de un arma apuntando. Y ahí, casi como una mano invisible dentro del material que devoraba la doctora Varas sobre el CADA, aparecía una y otra vez el registro de la artista Luz Donoso. Nunca pudo dimensionar su real relevancia hasta que una de las fundadoras del CADA, Lotty Ronsenfeld (quien falleció en julio pasado), le mostró en 2011, tres años después de la muerte de Donoso, dónde se encontraba el hogar de su archivo personal: su departamento, ahora custodiado por su hija.
Descubrió en ese archivo que se cruzaban distintas historias. Por un lado, estaba Luz Donoso artista, especialista en grabado, que usó sus planchas de aluminio -con la forma de torsos, brazos y manos- como esténcil para marcar e intervenir murallas, y así protestar contra la violencia en dictadura (“Calados para marcar fechas y lugares determinados en la ciudad”, 1978). De hecho, Varas está trabajando en un proyecto colectivo con un ex estudiante suyo, que llevará algunas de las obras de Donoso en 2022 al Museo Reina Sofía, en Madrid (España).
Pero también estaba Luz Donoso archivera, que grabó más de 200 cassettes con 10 mil horas de conversaciones de seminarios, marchas y reuniones. No sólo eso, recolectó cientos de imágenes de la prensa, guardó panfletos, escribió libros de notas y tomó innumerables fotografías de acciones arte, sobre todo en dictadura. La doctora Varas debió enfrentarse a esa forma de organización, a ese archivo sin estructura convencional, y decidió hacerlo desde una relación afectiva. De estas diversas ‘Luces’ surge su libro: “Luz Donoso: Arte y Acción en el Presente”, un claro ejemplo de su deseo de “dar y tener una voz feminista en la historia del arte chileno”, en palabras de la propia Varas.
Y ahora va por más de esas y otras historias. La investigadora resume su visión del feminismo con una metáfora de las prácticas ecológicas sustentables.
“Sabemos que ciertos territorios están devastados porque se han plantado solo pinos o eucaliptos. Pero, no es así en un bosque nativo. La permacultura (sistema en donde personas, animales y plantas conviven armoniosamente) siempre está pensando que tienen que haber ciclos y dejar espacio a distintas especies. Creo que es eso lo que necesitamos. La vida tiene esa ciclicidad propia”, comparte.
“Y la culpa no era mía ni dónde estaba ni cómo vestía”, dice el estribillo de “Un violador en tu camino”, quizás una de las canciones chilenas más conocidas e internacionales del último tiempo. Pero el tema no fue creado por un grupo de música, sino que por un colectivo de arte que busca transmitir a través de lenguajes audiovisuales la teoría feminista. De ahí su nombre, Lastesis.
“Arte, política y mujeres en Chile” es el nombre del proyecto de la doctora Varas que ganó un fondo de la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (un Fondecyt de Iniciación) en octubre pasado. Lo que la historiadora del arte quiere realizar es pensar las relaciones entre las artistas de los años ‘70s y ‘80s -como Luz Donoso- con las contemporáneas, como Lastesis.
“Es como tener un entramado: un tejido de relaciones que nos hacen el terreno más fértil. No partimos desde cero, y debemos reconocer esos legados críticos que nos permiten plantear los temas actuales, como la perspectiva de género”, explica Varas, quien siempre ha querido vivir pegada al mar, ya sea en su natal Valparaíso o en Barcelona (España), donde realizó su doctorado en historia, teoría y crítica del arte.
A la capital de Cataluña llegó con sus ahorros como profesora de arte en colegios y como fotógrafa, mención que tomó cuando estudió Licenciatura en Arte en la Universidad de Playa Ancha. Mientras que en Barcelona trabajó de mesera, contando usuarios del metro, cuidando niños, y montando y desmontando exposiciones en diversos museos. Hasta que tras postular a cuanta beca encontró, obtuvo una del Centro de Restauración de Bienes Muebles de la Generalitat de Catalunya (CRBMC), entidad que se encarga de la conservación y restauración de piezas artísticas históricas, como vitrales, pinturas – mural o sobre madera o tela- y esculturas.
Durante medio día, la doctora Varas debía ser la aprendiz del fotógrafo del CRBMC, que registraba todo el largo proceso de restauración de las distintas piezas. Así, la historiadora del arte recorrió gran parte de Cataluña… y tuvo que aprender catalán. “Para ellos es un tema de reivindicación. Por ejemplo, en la dictadura franquista no se podía hablar catalán”, acota.
Y si bien en España generó una serie de proyectos y colaboraciones, Varas quería regresar a su Valparaíso. “Después de un rato tuve una necesidad súper grande de volver. Sobre todo porque mi tesis doctoral era sobre arte y política entre los años 60’ y 80’ en América Latina”, cuenta sobre su trabajo que fue dirigido por la destacada historiadora del arte, Anna María Guasch.
“Siempre lo que me ha interesado es averiguar cómo los artistas han resistido gracias a sus obras a la represión y cómo el arte puede mostrar otras vivencias de episodios de violencia en dictaduras o guerras civiles, y cómo seguimos viviendo después de estos”, reflexiona la investigadora, quien se sumó en 2016 al Campus Creativo de la UNAB, que integra diversas disciplinas, como arquitectura, diseño, artes visuales y periodismo.
Poco tiempo tras regresar a su puerto, la doctora Varas fundó junto a unos amigos CRAC Valparaíso, un centro de residencia para artistas e investigadores para que trabajasen en torno a este territorio. “Es uno de los proyectos por los cuales a lo mejor se visibilizó más mi trabajo. Además, iba captando fondos de instituciones culturales europeas, estadounidenses y latinoamericanas, que entregaban becas para hacer una residencia con nosotros. Fue un proyecto bastante exitoso”, recuerda.
En total, CRAC tuvo más de 70 proyectos en 10 años. “Creo que lo interesante de esta iniciativa fue pensar la historia de esta ciudad, su presente y cómo podemos aportar para que sea un mejor lugar desde el arte contemporáneo y en relación con otras disciplinas”, comenta la historiadora del arte, madre de un niño de ocho años llamado Borja.
Resuenan las palabras de la doctora Varas, “en relación con otras disciplinas”. “Todas provenimos de una disciplina que nos ha dado ciertas herramientas. Pero para mí es solo el punto de partida, la transversalidad me parece vital para la supervivencia en el mundo académico. También te obliga a decir: ‘Esto que yo estoy construyendo no es una verdad absoluta si lo miro desde otra perspectiva’. Tengo que asumir riesgos y, a lo mejor, esto se va a nutrir mucho más si salgo de este lugar tan estable que me provee el campo disciplinar. Eso es súper apasionante”, concluye.