Hasta hace unos meses Chile parecía encaminado a erradicar para siempre la ortodoxia neoliberal que plasmó Augusto Pinochet en la Constitución de 1980 y que colocó la educación, la salud, las pensiones y la vivienda como bienes de consumo regulados por el mercado, lejos del alcance de la mayoría de la población.
Pero hoy, según todas las encuestas, el proyecto de nueva Constitución que redactó en el último año una Convención Constitucional sería rechazado por la mayoría de los votantes en el plebiscito del próximo 4 de septiembre, pese a que sienta las bases de un estado de bienestar como el que los chilenos demandan.
Esto, en principio, es una buena noticia para la derecha chilena y sus principales partidos: la Unión Demócrata Independiente, Renovación Nacional, Republicano y Evópoli. Pero no todo está perdido para la propuesta constitucional. Los sondeos muestran que en las dos últimas semanas se ha acortado la brecha entre el “Apruebo” y el “Rechazo”, y que ambas opciones llegarán muy parejas al referéndum del mes próximo.
Según analistas políticos consultados por Proceso, el respaldo a la nueva Carta Magna se desplomó por los escándalos protagonizados por algunos integrantes de la convención y por la “guerra sucia”, de fake news y de “desinformación” desarrollada por la derecha, tal como ocurrió en las campañas del Brexit en Reino Unido, de Donald Trump en Estados Unidos, de Jair Bolsonaro en Brasil y del “No” a los acuerdos de paz con las FARC en Colombia.
La politóloga Daniela Campos Letelier afirma que la campaña de la derecha contra el proyecto constitucional busca “detener el proceso de desarrollo de derechos sociales y civiles en el que entró Chile”, y aunque “no va a lograr ese objetivo, sí ha logrado sembrar dudas y temores divulgando noticias falsas o sesgadas” sobre varios artículos.
Para Pamela Figueroa, investigadora del Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago de Chile, es claro que hay “una fuerte campaña de desinformación, pero lo más importante es que este país ha logrado canalizar, institucional y democráticamente, el malestar social que existe por la desigualdad y la exclusión”, y eso va más allá del resultado del plebiscito” del 4 de septiembre.
“El proceso constituyente es un paso más, pero éste es un camino largo y complejo”, dice la doctora en estudios americanos.
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