La ciudad siempre ha sido modelada por las enfermedades. Es decir, la forma y el diseño, así como a la función, también han obedecido al miedo a la infección. El cólera, por ejemplo, influyó en la red de calles moderna, mediante la introducción del sistema de alcantarillado en el siglo XX y la estética modernista fue, en parte, el resultado de la tuberculosis que trajo consigo, hospitales con paredes blancas, ambientes higiénicos e iluminados. De ahí que sea difícil no preguntarse ¿Qué tipo de impacto duradero tendrá Covid-19 en las ciudades?, ¿Se ensancharán las veredas para que los transeúntes puedan mantener la distancia? ¿Los hogares deberán adaptarse al trabajo? ¿El coworking y la oficina abierta podrán perdurar?
En esa línea, Alan Fox, director de la carrera de Diseño Gráfico de la Sede Viña del Mar, analiza posibles respuestas a estos cuestionamientos y cómo, arquitectos y diseñadores, ya comienzan a darle forma al mundo posterior al Covid-19 y cómo en Campus Creativo Viña del Mar, han centrado sus energías creativas en imaginar las formas en que ambas áreas podrían ayudar a limitar la propagación de futuras epidemias, repensando la ciudad, desde la construcción y el diseño, hasta el nivel nano. “Estamos viviendo una verdadera crisis de habitabilidad donde la ciudad se volverá cada vez más “aséptica”, habitada por personas que adoptarán, cada día más, mayor distancia respecto del otro, buscando una suerte de cercanía segura”, dice Alán Fox.
Dado este contexto, marcado por el covid-19, algunos están planteando reevaluar los supuestos fundamentales sobre cómo están estructuradas las ciudades. “Las ciudades dejarían de ser tales si no fuesen transitables. El asunto, ahora, es desarrollar nuevas formas de transitar, contemplando el distanciamiento como un factor estable. Hoy en día, las personas tocan menos los pasamanos, las manillas, mesas, etc. De alguna manera, la ciudad y su equipamiento debieran tender a ser “manos libres”. Así las cosas, si pudiéramos caminar suspendidos a unos pocos centímetros del pavimento ¡tanto mejor!, explica el profesor Fox.
Por otra parte, y dado que el coronavirus ha convertido el contacto social en el mayor peligro, se ha culpa la densidad de las ciudades de su rápida propagación, emergiendo, las zonas menos pobladas, como el lugar más seguro para habitar. En ese sentido, el académico de la UNAB explica que “el trabajo remoto, y la posibilidad de independizar el lugar físico donde se trabaja y la calidad del producto laboral generado, ha liberado a los trabajadores de estar anclados en un mismo lugar, por lo que, una cantidad apreciable de gente se ha desplazado fuera de la Región Metropolitana o de otros centros productivos, buscando estar más cerca de la naturaleza para un mejor equilibrio entre el trabajo y la vida”.
Si bien, el auge del coworking y las plantas de trabajo abiertas se sostuvo sobre el anhelo de la interacción social, la crisis originada por el covid-19, hizo de la proximidad, algo poco tentador. “El desafío actual es recuperar de alguna manera en el trabajo virtual, lo que aportaba el contacto físico entre las personas, la experiencia espacial y la relación con los objetos. La costumbre de encontrarse en los pasillos no es posible en el mundo virtual y por lo mismo, un gran desafío creativo y tecnológico, puede ser reinventar los pasillos virtuales para el encuentro casual. Es decir, el gran reto será humanizar el trabajo cotidiano en un mundo que se ha virtualizado. Arquitectos y diseñadores, deberán generar esa nueva forma de encontrarnos, más allá de los escudos sanitarios que estamos destinados a respetar, por un tiempo que aún no es posible predecir”, dice el arquitecto y diseñador Alán Fox.
La pandemia también ha hecho visibles otros posibles cambios como las formas de los edificios, pues se trata de construcciones que bien podrían ayudar a limitar la propagación de futuras epidemias. Abarcando altura, ascensores, diseño de interiores, espacios públicos, revestimientos, etc. “Otro factor clave para evitar contagios, tiene que ver con las condiciones de ventilación de los espacios. Hoy en día todo el mundo busca estar afuera de modo que los mejores recintos para la reunión serán los que favorezcan una habitabilidad y cercanía medida (ya no la libertad de movimiento), junto a una adecuada renovación de aire”, agrega el profesor de la UNAB.
Sobre la ciudad y su posible transformación, Alán Fox, puntualiza que esta “históricamente, ha sido considerada una suerte de territorio garante de la seguridad, la vida y la salud del ciudadano. Un lugar donde en un pasado, el señor feudal y hoy el Estado, retribuyen su trabajo, aportando con su resguardo. Es decir, la urbanización aporta, más allá de sus deficiencias, una suerte de territorio protegido y regulado que debe otorgar seguridad”.